Por Javiera Toledo Muñoz, Matrona y ex alcaldesa de Villa Alemana
En esta segunda vuelta electoral, la verdadera disputa no estuvo centrada únicamente en
los nombres ni en las propuestas, sino en un choque de estilos políticos profundamente
opuestos: por un lado, la política “despectiva”, caracterizada por la confrontación, medias
verdades y descalificaciones personales; y por otro, la política del “buentrato”, que apuesta
por el diálogo, el debate de ideas y la crítica constructiva. Los resultados, más allá de los
números, dieron como vencedor al buentrato, que tuvo un despliegue importante los últimos
días, como antítesis de la violencia discursiva instalada en los debates públicos.
Fue así que, entrada la segunda vuelta, el discurso del oficialismo se focalizó en el trato.
Los candidatos y vocerías del oficialismo comenzaron a destacar las características
violentas y divisorias del discurso de la derecha, visibilizando las estrategias de figuras
como Francisco Orrego en la Región Metropolitana y María José Hoffmann en la Región de
Valparaíso. Orrego, conocido por sus declaraciones incendiarias en el programa Sin Filtro,
se ha presentado como un acérrimo anticomunista, lanzando fuertes epítetos contra
alcaldes de la región y ante adversarios de izquierda denominados despectivamente como
“zurdos”. Hoffmann, por su parte, fue señalada por tergiversar datos y prometer medidas
impracticables dentro de la normativa pública, como destinar el 50% del presupuesto del
GORE a seguridad, algo inviable en términos legales y administrativos, además de incurrir
en contradicciones sobre sus votos en proyectos claves mientras fue diputada.
Frente a estas prácticas, se masificó el poderoso concepto del buentrato, idea utilizada para
denunciar los tonos agresivos y la desinformación desplegada en la campaña. Sin embargo,
el buentrato va mucho más allá de la cortesía en el debate político; es un principio que nos
invita a replantear la forma en que nos relacionamos como sociedad, cómo pensamos la
ciudad y el país, priorizando la dignidad, el respeto y la construcción colectiva en un marco
de derechos.
El buentrato como paradigma transformador
La psicoterapeuta Fina Sanz lo describe como una necesidad urgente en nuestra sociedad,
planteando que “todo el mundo conoce el problema del maltrato (…), pero el buentrato debe
crearse en un espacio personal, relacional y colectivo”. Este cambio de perspectiva nos
invita a dejar de ser reactivos ante el maltrato y a construir una cultura de respeto y empatía
desde la bases relacionales de la sociedad.
Históricamente, el concepto de buentrato tiene raíces profundas. En 1989, la Convención
sobre los Derechos del Niño estableció el derecho a crecer en un entorno que garantice su
bienestar, libre de violencia, explotación o abuso “todos los niños, niñas y adolescentes
tienen derecho al buentrato”. Este enfoque trasciende el ámbito familiar, abarcando políticas
públicas que protejan colectivamente a los más vulnerables. Asimismo, el pedagogo italiano
Francesco Tonucci, con su propuesta “La ciudad de las niñas y los niños”, refuerza la idea
de diseñar ciudades democráticas, donde el buentrato hacia la infancia sea central para un
desarrollo colectivo equilibrado en una ciudad segura también para los adultos.
En Chile, este concepto ha sido incorporado en diversas políticas públicas. Ejemplo de ello
es el Programa Nacional de Buentrato al Adulto Mayor impulsado por el Ministerio de
Desarrollo Social, así como iniciativas educativas que promueven entornos bientratantes en
escuelas y comunidades educativas. Las escuelas libres y felices, lideradas por María
Verónica Lefebre Lever, son una prueba de ello en el ámbito de la educación alternativa.
Villa Alemana como ejemplo de buentrato en la política municipal.
En Villa Alemana, durante nuestra administración, llevamos el buentrato a la categoría de
política pública, transformando al municipio en una institución bientratante. Este enfoque se
materializó en acciones concretas que impactaron directamente en la vida de las personas.
Por ejemplo, logramos incrementar la inversión en desarrollo comunitario de 1.700 millones
a más de 3.000 millones de pesos, duplicando prácticamente los recursos destinados a
fortalecer las bases sociales de la comuna. También ampliamos los programas sociales de
cerca de 20 a más de 40, abarcando nuevas áreas de apoyo para las familias más
vulnerables.
En el ámbito urbano, nos planteamos alcanzar una cifra histórica en el bacheo comunal,
triplicando los metros cuadrados reparados anualmente, sin que ésta sea una política
meramente vial, sino con base precisamente en el buentrato, pues creemos que cada bache
reparado no solo mejora la calidad de vida, sino que contribuye al cambio social en el
contexto de una sociedad bientratante: el bache evita malestares innecesarios, fomenta un
ambiente positivo para los niños que nos acompañan en el tránsito diario, y, en casos más
extremos, ayuda a prevenir expresiones de violencia en la vía pública, incluso hacia
mujeres.
A esto se suman iniciativas emblemáticas como la creación del Centro Integral de la Mujer,
una inversión estratégica en el fútbol amateur y el desarrollo del proyecto de la “Ciudad de
las Niñas y los Niños”, inspirado en las ideas de Francesco Tonucci. Este último representa
un compromiso con el urbanismo democrático, donde los derechos y el bienestar de los
niños son el eje de la planificación territorial.
Estas políticas puestas en una estrategia vista desde una institucional bientratante son el
botón de muestra de cómo ir avanzadno del discurso a una política concreta de garantía de
derechos comunes, así como también demuestran que esta idea de la institución
bientratante puede guiar transformaciones profundas en una ciudad.
Del discurso a la acción: el desafío del buentrato en la política
Como hemos señalado, el buentrato trasciende el ámbito interpersonal ya que representa
un principio colectivo. Se manifiesta cuando garantizamos derechos, implementamos
políticas públicas universales y enfrentamos las desigualdades estructurales perpetuadas
por el modelo neoliberal que nos condiciona socialmente. Combatir las causas de la
pobreza, el endeudamiento, los abusos empresariales, las pensiones indignas y las brechas
en el acceso a la salud y la educación son ejemplos concretos del buentrato entendido
desde lo social. Es la sociedad neoliberal, con su violencia estructural y desigualdad, la que
genera productos violentos y personas violentas como producto sistémico, moldeadas por
un modelo individualista y competitivo que, a lo largo de cada etapa de la vida, nos aleja de
la noción de lo colectivo y lo comunitario.
Es así que, en el ámbito político, la forma debe ser el fondo. ¿Cómo explicarles a las
nuevas generaciones que la política es un espacio de confianza y decisión colectiva si en
los debates públicos predominan el maltrato, la descalificación y las verdades a medias?
¿Cómo motivar a los indecisos, a quienes votan obligados, o a quienes anulan su voto, si lo
que observan en redes sociales y televisión es pura hostilidad? Necesitamos demostrar que
otra forma de hacer política no solo es posible, sino necesaria, y que puede ser mediática y
efectiva sin caer en la violencia discursiva.
Sin embargo, no basta con denunciar el maltrato del adversario como lo hizo el oficialismo
en estos día, ya que se puede convertir prontamente en una performace vacía. Debemos
llevar el buentrato a la práctica, convirtiéndolo en políticas públicas transformadoras. Ya sea
desde los municipios, el Congreso, las gobernaciones o los ministerios, el buentrato debe
ser un principio rector que se traduzca en redistribución justa, reformas tributarias que
financien derechos, y medidas para atacar las causas de la desigualdad. En última
instancia, el buentrato es la base de una sociedad de derechos a la que los actores deben
apuntar con una política bientratante concreta.
Javiera Toledo Muñoz, matrona y ex alcaldesa de Villa Alemana